Don Federico mató a su mujer,
la hizo picadillo,
por considerarla infiel.
Los vecinos alarmados,
se juntaron a chusmear:
¡Rosa engañó a su marido
y él la tuvo que matar!
Yo los crucé en una esquina
y me puse a gritar:
¡Malditos energúmenos!
¿Cuándo diablos entenderán?
Donde hay amor,
nunca habrá amo,
ni tampoco propiedad.
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